30 de enero de 2011

EL TIEMPO

El tiempo marca el ritmo de nuestras vidas pero no deja de ser una convención inventada por nosotros mismos. Los egipcios y los babilonios fueron los primeros en medir el tiempo con el fin de organizar la agricultura, hace unos 5.000 años. Se basaron en la observación del firmamento siendo el ciclo de la luna la que determinaría los meses, y la sucesión de las estaciones, los años. La suma de los 5 planetas que se conocían entonces más la Luna y el Sol, dieron lugar a los 7 días de la semana. Y la división de los periodos de luz y los de noche según las 12 constelaciones más importantes, dieron lugar a las horas.

Cuando hablamos de tiempo hemos de tener en cuenta dos formas de considerarlo: tiempo cronológico y tiempo psicológico.
El primero, o cronológico, es medido a través de un procedimiento convencional y no es más que una referencia que necesitamos para orientar nuestros actos, "ya es hora de...", "todavía falta un poco para...", "dentro de media hora...", "aun me queda tiempo para...". Es lo que podríamos llamar tiempo real de acuerdo con el reloj.
El segundo, tiempo psicológico, está en relación a nuestra consideración o vivencia interna del tiempo, que dista considerablemente de la cronológica: el reloj siempre tarda lo mismo en marcar las horas que a veces a nosotros nos parecen eternas, o al contrario. Lo mismo pasa con los días, semanas, meses o años, cuya magnitud percibida se acorta a medida que avanza la vida de cada sujeto.
 Para la mayoría de nosotros, el tiempo psicológico, en forma de ayer, hoy y mañana, es esencial. Aprender una técnica, ganarse la vida, implica tiempo. Está ahí y no podéis evitarlo: es una realidad.

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